Arco





Arco se me hace extraño. No es que sea obra ya vista o no, de lo que todavía vibra de los setenta u ochenta o de ahora. Es que no ves obra buena, ni siquiera algo admirable de Leiro o de Gordillo, ya puestos, ya que hay que ver lo seguro, lo vendible, pues hubiese sido cojonudo (perdón es que una se enfada) que se hubiesen tirado el rollo y hubiesen puesto lo grande lo más grande de ellos, las esculturas de tres metros de Leiro, una galería entera de paneles de Gordillo, una pared forrada de mino tauros de Picasso, ocho mil esculturas de Muñoz, en la entrada, en plan chino, en crisis pero con magnitud. Pero no, nos han puestos los gnomos de uno, las pegatinas del otro y algún dibujo todavía por aclarar si es de aquel o de un discípulo.
Pensaba que una feria de arte contemporáneo era algo así como una convención de las últimas iniciativas e inquietudes de un gremio, empezando por el artista terminando por el galerista que apuesta por él. Donde millones de ideas se pelean por demostrarte el presente y el futuro. Uno de esos sitios donde ves que todo está en movimiento, que bulle. Un tren. Donde pìensas que todo el mundo se está rompiendo la cabeza y tu, ¡incluso tú! tienes que hacer algo.
Pero aqui no he visto eso, es una feria y ya está, con sus puestos y luces, y sombras.
El sábado iré a Arte Madrid, donde dicen que está lo joven.

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